Traducción de Teresa – teresa_0001@hotmail.com
Un resumen del resumen del texto de George Woodcock, hecho en 2007, que trae un punto de vista interesante acerca de esta forma de pensamiento, que muchas veces (si no todas) se ve asociada a vandalismo, desorganización y cosas negativas.
Anarquismo – el enemigo del rey y del Estado aún vive
Hay una gran confusión en torno a la palabra anarquismo. Muchas veces la anarquía está considerada como un equivalente del caos y el anarquista es tenido, en la mejor de las hipótesis, como un nihilista, un hombre que ha abandonado todos los principios; y a veces hasta es confundido con un terrorista inconsecuente. Muchos anarquistas fueron hombres con principios desarrollados; una restricta minoría llevó a cabo actos de violencia que, en términos de destrucción, nunca llegaron a competir con los líderes militares del pasado o con los científicos nucleares de hoy.
El origen de la palabra anarquismo envuelve una doble raíz griega: archon, que significa gobernante, y el prefijo an, que indica sin. Por tanto, anarquía significa estar o vivir sin gobierno. Por consiguiente, anarquismo es la doctrina que predica que el Estado es la fuente de la mayor parte de nuestros problemas sociales y que hay formas alternativas viables de organización voluntaria. Y, por definición, el anarquista es el individuo que se propone crear una sociedad sin Estado.
Al rechazar el Estado, el anarquista auténtico no está rechazando la idea de la existencia de la sociedad; por el contrario, su visión de la sociedad como una entidad viva se intensifica cuando considera la abolición del Estado. En su opinión, la estructura piramidal impuesta por el Estado, con un poder que viene de arriba a abajo, solo podrá ser sustituida si la sociedad se convierte en una red de relaciones voluntarias. Él considera que la libertad solo puede ser conservada por el deseo de cooperar y por la realidad de la comunidad.
Las raíces del pensamiento anarquista son antiguas. Doctrinas libertarias que sostenían que, como ser normal, el hombre puede vivir mejor sin ser gobernado, ya existían entre los filósofos de Grecia y de la China Antigua, y entre sectas cristianas heréticas de la Edad Media. Ya como movimiento activista – buscando cambiar la sociedad por métodos colectivos – el anarquismo pertenece únicamente a los siglos XIX y XX.
Orígenes
Quizá la mejor forma de comenzar una pesquisa sobre las actividades anarquistas es a través del primer hombre en aceptar el título de anarquista: Joseph Proudhon, un profeta intelectual que declaró:
“Ser gobernado es ser celado, inspeccionado, adoctrinado, aconsejado, controlado, acosado, pesado, censurado y ordenado por hombres que no tienen derecho, ni conocimiento o valor para tanto. Esto es el Estado, esta es su justicia, esta es su moral.”
Joseph Proudhon
En 1840 Proudhon publicó el libro Qu’est-ce que la propiété? (¿Qué es la propiedad?). La respuesta de Proudhon a la pregunta hecha respecto del título de su libro fue: “Propiedad es robo“. Y esa expresión, que identifica al capitalismo y al Estado como los dos principales enemigos de la libertad, se ha convertido en uno de los principales eslóganes del siglo.
Quizá el hecho más significativo sobre Proudhon es que, pese a su influencia y la de sus adeptos, él se negaba a establecer una doctrina dogmática, como la que Marx transmitía a sus seguidores. Cuando un admirador lo felicitaba por su sistema, él contestaba indignado: “¿Mi sistema? ¡Yo no tengo sistema!” Él no creía en estructuras teóricas ni en estructuras estatales. Las doctrinas, para él, nunca eran completas. Sus formas y su significado cambiaban según la situación, y él sostenía que la teoría política, como cualquier tipo de idea, estaba en un proceso de evolución constante.
Proudhon también negaba que hubiese fundado un partido político. Para él, todos los partidos eran “variedades del absolutismo”. En sentido formal esto era verdad, aunque él haya reunido un grupo de discípulos del cual surgió el primer movimiento anarquista. Su acción, cuando fue elegido para la Asamblea Constituyente de Francia durante la Revolución de 1848, estuvo relacionada a su rechazo a la idea de partido político. Él estaba entre la pequeña minoría de representantes que votó en contra de la Constitución aprobada por la Asamblea. Al explicar sus razones, enfatizó que no votó contra una forma específica de constitución: “Voté en contra de la constitución porque era una constitución”. De este modo, reafirmaba su rechazo a las formas fijas de organización política.
Siendo así, nunca fue posible hablar de anarquismo como sistema político o filosófico, como es el marxismo, que entiende que las obras de un hombre que murió en 1883 proporcionan respuestas infalibles para todos los problemas. El anarquismo nunca estuvo representado por un partido político y consideran a las constituciones como sistemas políticos fijos, que fortalecen el Estado e institucionalizan el ejercicio del poder.
Los libertarios entienden que la organización de la vida comunitaria, a nivel político, debe ser sustituida por una organización social y económica basada en un acuerdo libre entre los individuos. La libertad no es algo que haya de ser protegido y decretado por leyes y Estado. Es algo que se hace para uno mismo y que se reparte con los otros. El Estado y la ley son enemigos suyos y, en cada ángulo del pensamiento anarquista, esa es una opinión unánime. El Estado es nocivo, y no trae el orden, sino el conflicto. La autoridad impide los impulsos naturales y hace que los hombres sean extraños.En 1793, en su gran libro Justicia Política, William Godwin levanta la cuestión:
“El Estado lanza sus manos contra la elasticidad de la sociedad y detiene su movimiento. Da consistencia y permanencia a los nuevos errores. Revierte las tendencias naturales de nuestro pensamiento y, en vez de permitirnos mirar hacia adelante, nos enseña a buscar la perfección en el pasado. Nos induce a buscar el bienestar público sin innovación y mejora, pero en nítida reverencia a nuestros ancestros, como si fuese de la naturaleza humana siempre degenerar y nunca avanzar.”
William Godwin
Los anarquistas sostienen que no podemos emplear nuestra experiencia del presente para planificar el futuro, cuando las condiciones pueden ser bastante diferentes. Si exigimos libertad de elección, debemos esperar la misma exigencia por parte de nuestros sucesores. Podemos tan solo intentar eliminar las injusticias que conocemos.
Filosofía
El anarquista es, en verdad, un discípulo natural del filósofo griego Heráclito, que postulaba que la unidad de la existencia consiste en su constante cambio. “Sobre aquellos que entran en el mismo río”, dijo Heráclito, “las aguas que fluyen son constantemente diferentes”. Esa es una buena imagen del anarquismo, ya que expresa la idea de una teoría llena de variaciones, que se mueve entre los márgenes de los conceptos comunes. Por tanto, incluso habiendo diferentes opiniones anarquistas, existe una filosofía definida, al igual que una tendencia anarquista reconocida. Esa filosofía abarca tres elementos: una crítica a la sociedad tal como es, una visión de una sociedad alternativa y una planificación para poner en práctica esa transformación.
La sabiduría china había sido descubierta recientemente por los anarquistas. Para ellos, el concepto de la unidad de la ley natural provenía de la antigüedad clásica, a través de los neoplatónicos y de la Alejandría helénica. En el Renacimiento, Dios fue retirado de su lugar y / o racionalizado en el principio de la armonía. Probablemente el individuo más influyente en la transmisión de este concepto fue el escritor suizo Jean-Jacques Rousseau, autor de las famosas Confesiones.
Rousseau fue acusado de protoliberal, protocomunicasta y protoanarquista. Muchos de sus críticos, enjuiciando tan solo su lado autoritario, lo consideraron el principal responsable de la edificación del Estado que surgió en la Revolución Francesa y en todas las subsiguientes. Su teoría de un contrato social implícito, por el cual la autoridad había sido establecida en el pasado y había comprometido a las generaciones siguientes, era repugnante para los anarquistas que tenían la idea de un futuro libre. Pese a las objeciones a la idea de un contrato social primitivo, un gran grupo de anarquistas se deriva de Rousseau, con su énfasis romántico en la espontaneidad, su idea de la educación como desarrollo de lo que está latente en el niño de forma que los instintos naturales para el bien y su percepción de las virtudes primitivas sean desarrollados.
Pese a que Rousseau no sea el primer escritor en esbozar el concepto del noble salvaje, es evidente que los anarquistas han recibido principalmente de él su predilección por el hombre precivilizado. Sus artículos describían varias sociedades primitivas capaces de conciliar sus obligaciones sociales e incluso crear culturas razonablemente elaboradas sin recurrir, por lo menos abiertamente, a un sistema de autoridad. El pensamiento anárquico está claramente resumido en una frase de Rousseau: “El hombre nació libre y está encadenado en todas partes“.
Esencialmente, los anarquistas razonan que, si el hombre obedece a las leyes naturales de su propia especie, será capaz de vivir en paz con sus semejantes. En otras palabras, el hombre puede no ser naturalmente bueno pero, según los anarquistas, es naturalmente social. Son las instituciones autoritarias las que deforman y atrofian sus tendencias cooperativas. Durante el siglo XIX, esa idea fue apoyada por varias teorías de la evolución, que han sido gradualmente aceptadas hasta el final del siglo con la publicación de la significativa “El Origen de las Especies“, de Charles Darwin, en 1859.
El gigantismo y la impersonalidad del Estado moderno son rechazados por el anarquismo. Los anarquistas quieren crear un compañerismo entre individuos y eliminar el distanciamiento entre los hombres, así como el inicio de las actividades sociales necesarias. Por tanto, lejos de predicar el colapso de la sociedad con la destrucción del Estado, los anarquistas quieren reforzar los lazos y los valores sociales a través del fortalecimiento de las relaciones comunitarias en los niveles más básicos. Su idea es revertir la pirámide del poder, representada por el Estado. Entienden que la responsabilidad empieza entre individuos y pequeños grupos, y no de la autoridad que baja del cielo político por la escalera de la burocracia. Nadie puede evaluar mejor esas necesidades que aquellos que las sienten.
Anarquismo x Marxismo
Aquí hay que hacer un paréntesis y determinar la diferencia vital entre anarquistas y marxistas, por lo menos de la forma como los marxistas han venido actuando. A causa de la teoría de Marx, del dominio del factor económico en la explotación del hombre por el hombre, sus seguidores tienden a ignorar las características vitales de otras formas de poder. Como resultado, no solo han elaborado la teoría de la dictadura del proletariado, sino que además han demostrado su falta de validez dejando que la dictadura se convirtiese en un mezquino gobierno partidario en todos los países comunistas. Al ignorar los procesos del poder, los revolucionarios que se decían seguidores de Marx han destruido la libertad con tanta eficacia como cualquier bando de generales sudamericanos.
Los anarquistas tienen la irónica ventaja sobre los marxistas de nunca haber establecido una sociedad libre conforme a sus ideales, a no ser durante poco tiempo y en áreas restrictas y, por lo tanto, no pueden ser acusados de fallos en su evolución.
Las semillas de los grandes movimientos anarquistas están en un trío compuesto por Pierre-Joseph Proudhon (el primer hombre en aceptar el rótulo de anarquista con orgullo y desafío), el ruso Michael Bakunin, que se ocupaba de incitar a la insurrección a las minorías eslavas en el Imperio Austriaco, y el alemán Karl Marx, notable creador de expresiones históricas, que en aquella época era la fuente más irreprensible de la metafísica alemana. La contribución de este último a aquella unión consistía, aparentemente, en largas exposiciones de la filosofía de Hegel para el perfeccionamiento de sus compañeros. Marx sería el ancestro del actual comunismo autoritario, pese a que Engels y él solo han publicado el Manifiesto Comunista en 1848. Proudhon y Bakunin se convertirían en los fundadores del anarquismo, como movimiento revolucionario social. Con el tiempo las animosidades llegarían a separarlos, e incluso en 1840 sus relaciones eran cautelosas. Había un contraste entre el dogmatismo rígido de Marx y la flexibilidad exploratoria de Proudhon. Así habló Bakunin sobre Marx:
“Marx y yo éramos amigos en aquella época. Nos veíamos con frecuencia, pues lo respetaba por su sabiduría y devoción seria y apasionada, si bien con cierta vanidad personal, a la causa del proletariado, y acudía a él por su conversación siempre inteligente e instructiva. Pero no había intimidad entre nosotros. Nuestros temperamentos no se adaptaban. Él me llamaba idealista sentimental, y estaba en lo cierto. Yo le llamaba vanidoso, traicionero y ardiloso, ¡y yo también estaba en lo cierto!”
Michael Bakunin
Durante algún tiempo Marx y los dos anarquistas fueron de la misma opinión de que las grandes revoluciones anteriores al siglo XIX, como la Revolución Inglesa del siglo XVII y las Revoluciones Francesa y Americana del siglo XVIII, avanzaron poco en dirección a una sociedad justa, porque fueron revoluciones políticas y no sociales. Reajustaron el patrón de autoridad, dando poder a nuevas clases, pero no modificaron efectivamente la estructura social y económica de los países donde se produjeron. El gran eslogan de la Revolución Francesa, libertad, igualdad y fraternidad, se había convertido en un chiste, ya que la igualdad política era imposible sin igualdad económica. La libertad dependía de que el pueblo no fuese esclavizado por la propiedad, y la fraternidad era imposible a través de la brecha que a finales del siglo XVIII aún separaba a ricos y pobres.
Ni Marx, Bakunin o Proudhon consideraron la posibilidad de que tales resultados pudiesen ser heredados del proceso revolucionario, cuya experiencia en el siglo XX sugiere que siempre se impone la sustitución de una elite por otra. Pero Proudhon y Bakunin entendieron, más claramente que Marx, que una revolución que no se deshace de la autoridad creará siempre un poder más penetrante y más duradero que aquel al que sustituyó. Ellos sostenían que podría ser posible una revolución sin autoridad, que destruyese las instituciones poderosas y las sustituyese por instituciones de cooperación voluntaria.
Marx fue más realista. Reconocía el papel del poder en las revoluciones, pero creía que a través del partido sería posible crear una nueva forma de poder, el poder del proletariado, que al final se disolvería y produciría una sociedad anarquista ideal, la que él consideraba objetivo final del esfuerzo humano. Bakunin estaba en lo cierto al acusar a Marx de excesivo optimismo, profetizando que la organización política marxista se convertiría en una rígida oligarquía de funcionarios y tecnócratas.
Las revoluciones
Solamente en 1860 esas aspiraciones empezaron a aglutinarse en un real movimiento anarquista. Durante la ola de revoluciones que barrió Europa en 1848, tanto Bakunin como Proudhon se implicaron. Un año más tarde, Proudhon fue detenido, por sus críticas al presidente recién-elegido, Luis Napoleón Bonaparte (sobrino del verdadero Napoleón), que más tarde se convirtió en emperador con el nombre de Napoleón III. Proudhon pasó el resto de su vida en prisión o en el exilio. Al final de su vida, lo que sucedió en 1865, escribió “De la capacidad política de las clases trabajadoras”, donde sostenía que los partidos políticos eran operados por miembros de una elite social y que los trabajadores solo controlarían sus propios destinos cuando creasen y controlasen sus propias organizaciones para cambiar la sociedad. Muchos trabajadores franceses fueron influidos por esas ideas, formando un movimiento que visaba la regeneración de la sociedad por medios económicos. Se autodenominaban mutualistas, pero eran esencialmente anarquistas, que querían alcanzar sus resultados pacíficamente, a través de la cooperación entre productores.De las asambleas de 1862 a 1864, entre los discípulos franceses de Proudhon y los sindicatos ingleses, surgió la Asociación Internacional de los Trabajadores, la Primera Internacional. Los seguidores de Marx sostenían que éste había fundado la Internacional, pero verdaderamente, no tomó parte en las primeras negociaciones. En el encuentro final en Londres, el 28 de septiembre de 1864, en el cual la Asociación quedó establecida, Marx era solamente “una figura muda en la plataforma”, como él mismo declaró.
Por tanto, la Primera Internacional nunca fue de mayoría marxista. Incluía a socialistas, varios tipos de anarquistas y personas que no se encajaban en ninguno de los dos. Nadie sabe cuántos miembros tuvo. Tanto sus defensores como sus enemigos, por varias razones, tienden a exagerar su número de socios y su influencia. No hay duda de que, principalmente en los países de lengua latina de la Europa Meridional, la Asociación estimuló a los obreros y campesinos a luchar por sus derechos, como nunca lo habían hecho antes.
Sin embargo, pese a toda devoción y elevadas aspiraciones, la Internacional se convirtió en un campo de batalla de ideologías y de personalidades. Proudhon estaba muerto cuando la Asociación se convirtió en una organización activa, en 1865, y las diferencias que empezaron a aparecer entre el trío de revolucionarios, años atrás en París, sobrevivieron y se agrandaron en la Internacional. El conflicto entre Marx y Bakunin no apenas reflejó diferencias de temperamento entre los protagonistas, sino además diferencias fundamentales de ideas, o sea, de finalidades entre socialistas autoritarios y anarquistas libertarios. Marx y sus seguidores, que tenían mejor táctica, lograron afirmarse en posición de poder organizativo. Fue Marx quien redactó las reglas de la Asociación y obtuvo el control virtual del Consejo General, establecido en Londres. Su influencia en las sucursales, principalmente en los países latinos, no era tan fuerte, y los congresos anuales se convirtieron en batallas entre Marx y Bakunin (quien lideraba los contingentes españoles, italianos y franco-suizos). Autoritarios contra libertarios, acción política contra acción industrial, dictadura del proletariado transitoria contra abolición inmediata de todos los poderes del Estado: el debate continuó, y los dos puntos de vista eran irreconciliables. El debate se transformó en conflicto, y en 1872 los marxistas expulsaron a Bakunin y trasladaron el Consejo General a Nueva York, donde quedaría fuera del alcance de los anarquistas. Por eso la organización murió en 1874. En cambio, los anarquistas establecieron su Internacional rival, que sobrevivió a los restos marxistas durante tres años y terminó en 1877.
El movimiento anarquista sobrevivió como ideología y no como organización en grupos aislados e individuos que se mantenían en contacto, dando conferencias que amedrentaban a los doctores y raramente los unían. Algunos individuos dedicados y talentosos, como Peter Kropotkin y Enrico Malatesta, moldearon la ideología anarquista entre 1880 y 1900. En un extremo estaban los seguidores de Leon Tolstoi, que predicaba la resistencia no violenta que influenció a Gandhi en su estrategia del Satyagraha (desobediencia civil), que finalmente dio la independencia a la India. Otros se dedicaron a las escuelas libres o a las comunidades donde se intentaba vivir comunitariamente, sin las restricciones impuestas por la teoría utópica. Otros aún, buscaron la alianza entre el anarquismo y la revolución del movimiento artístico que en el cambio de siglo inició el movimiento modernista en Europa, principalmente en Francia. Pintores como Pissarro, Signac, Valminck y el joven Picasso se autodenominaron anarquistas, al igual que el poeta Mallarmé y el escritor Oscar Wilde.
Terrorismo
Durante un breve período que infestó la historia del Anarquismo, algunos individuos aislados practicaron el asesinato de personajes simbólicos, para llamar la atención sobre la injusticia. Durante la década de 1890, fueron víctimas un rey de Italia, un presidente de Francia, un presidente de los Estados Unidos, una Emperatriz de Austria y un primer ministro español. La mayoría de los anarquistas nada tenía que ver con tales actos y los consideraban con sentimientos variados, hasta que muchos reaccionaron horrorizados – como el novelista anarquista francés Octave Mirabeau – cuando Emill Henry puso una bomba en un café, matando a personas inocentes.
“Un enemigo mortal del Anarquismo no podría actuar con más perfección que Henry cuando arrojó su inexplicable bomba en medio de personas pacíficas y anónimas. Henry dice, afirma y declara que es un anarquista. Es posible. Todo partido tiene sus criminales y sus idiotas, porque todo partido tiene sus hombres.”
Octave Mirabeau
El terrorismo murió rápidamente como método anarquista, excepto en España y Rusia, donde todos los métodos políticos han venido siendo tradicionalmente violentos. Tan solo algunos anarquistas lo practicaron, y pensar que el anarquista es un hombre con una bomba es lo mismo que considerar que un católico es un dinamitero por culpa de Guy Fawkes. Los movimientos se manifiestan a través de los actos de los individuos, pero debemos distinguir entre una persona y su idea, y la idea del Anarquismo nunca fue invalidada por el extremismo de los fanáticos.

Anarco-Sindicalismo
El Anarquismo se recuperó rápidamente de los daños causados por los terroristas. A finales de siglo tuvo su fase de gran influencia en el desarrollo de un movimiento de creación de uniones libres de sindicatos. El movimiento se autodenominó anarco-sindicalismo. Su idea esencial era que los sindicatos debían considerarse no solo instrumentos para lograr mejores salarios, sino agentes de transformación de la sociedad. Los sindicatos estarían en constante lucha por la modificación de la sociedad a través del método clásico de la huelga general, tomando y administrando los medios de producción durante la revolución, para formar la infraestructura de la nueva sociedad.
Fue en España donde el anarco-sindicalismo, al igual que el Anarquismo, alcanzó su apogeo. Atraía a los españoles por sus cualidades morales e idealistas; se convirtió no solo en un movimiento político, sino que tenía una articulación casi religiosa de carácter puritano, que le dio una Constitución Sustituta. Tuvo su apogeo en la década de los 30, con la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), que tenía más de 2 millones de miembros. Su fin ocurrió durante la Guerra Civil Española, en los últimos años de la misma década. En España los anarquistas demostraron la eficiencia de sus métodos de práctica; fallaron en la coordinación del movimiento a escala mayor, pero en Barcelona la táctica anarquista en los conflictos callejeros derrotó a los generales de Franco. Similarmente, en las zonas rurales, los campesinos establecieron comunas libres, e incluso sus críticos más ácidos quedaron impresionados por la eficacia natural y por la resistencia espartana de los grupos que vivían conforme a las enseñanzas de los profetas comunistas del siglo XIX. Toda esa camaradería y auto-sacrificio, que demostraba la posibilidad de práctica de la teoría anarquista por pequeños grupos, estaba condenada a desaparecer porque la espontaneidad y la acción voluntaria eran extrañas al espíritu de guerra, totalitario por naturaleza. Los anarquistas no pudieron resistir a los fascistas que avanzaron sobre las comunas del Sur, destruyéndolas; ni a los comunistas, que minaron la posición anarquista detrás de las líneas republicanas. Dos años de guerra e intriga política debilitaron a los anarquistas españoles.

El movimiento histórico creado por Bakunin y Proudhon murió cuando los ejércitos de Franco marcharon sin oposición sobre Barcelona. Pero esto no ocurrió con el movimiento anarquista, que renació en la última década como la génesis del fuego de su propia transformación.
El colapso
La 2ª Guerra Mundial, que siguió a la victoria de Franco, completó el colapso del movimiento anarquista internacional. En Rusia, después de la Revolución de Octubre de 1917, los bolcheviques consideraban a los anarquistas sus principales rivales y los eliminaron. El advenimiento del fascismo en Italia y del Nazismo en Alemania significó el fin del movimiento anarquista en ambos países; los únicos anarquistas libres y activos estaban en Inglaterra, en los Estados Unidos, en Suiza y en países latinoamericanos más liberales, de los cuales México era el más importante. Todos los países donde había existido un movimiento anarquista de masa, como Rusia, Francia, Italia y España, estaban bajo un régimen totalitario en 1942. A causa de eso surgió una nueva situación en la historia anarquista: Durante la 2ª Guerra, fue en los países de habla inglesa donde el Anarquismo demostró la mayor vitalidad, y la tradición fue interpretada de una forma totalmente nueva. El estímulo no vino solamente de los refugiados, sino además de escritores originados en el movimiento modernista, que conocieron el Anarquismo a través de Oscar Wilde, William Morris y William Godwin.
Fuente: STUM World